Todos hemos conocido a un gerente de marca enamorado de su marca. Un personaje muy comprometido y apasionado que quiere poner el logotipo de la marca hasta en el papel de baño.
Esta práctica, que por desgracia es más común de lo que nos gustaría que fuera, es como una “fiesta” descontrolada de logos que puede generar más problemas que beneficios.
Te explico porqué.
Cada vez que vemos un logotipo sobre algún soporte, inevitablemente hacemos asociación de significados que no siempre es adecuada para la marca.
Una marca de ropa deportiva hará muy bien en implementar su logo en artículos relacionados con la vida activa, el movimiento o el bienestar, pero quizá poco o nada le sirva imprimir su logo en vasos para whiskey.
Pero además de lo obvio, existe una serie de consecuencias negativas para las marcas que, por ignorancia o exceso de pasión, pretenden «brandear» todo lo que encuentran a su paso.
Por ejemplo,
Consecuencias del uso excesivo del logotipo
La identidad de la marca se diluye
Si está en todas partes, es que es muy accesible y por ende tiene poco valor. Un logotipo excesivamente aplicado sobre soportes irrelevantes a menudo pierde fuerza como símbolo diferenciador.
Esto fue lo que pasó a Nike a fines de los 90’s, y hasta tuvieron que crear un comité para velar por la integridad de su mítico símbolo.
Se genera ruido y se pierde la coherencia de marca
Un logotipo aplicado sin control sobre múltiples soportes y contexto genera confusión. Cuando una persona se encuentra con el logo de una marca que no conoce en una taza de café y luego lo ve en un kit de primeros auxilios, probablemente haga una asociación que nada tiene que ver con la marca.
Riesgo de mercantilización barata
Cuando una marca imprime su logo en su artículos sin relación con su actividad principal, puede terminar pareciéndose más a un negocio de regalos promocionales que a una marca con un posicionamiento sólido.
Desorden en la arquitectura de marca
A menudo, la obsesión por aplicar el logo sobre cualquier superficie, termina en la creación de versiones innecesarias, y entonces comienzan a aparecer versiones secundarias, adaptaciones locales o los famosos “logotemas”.
El resultado es una identidad visual caótica que puede llegar a confundir a la audiencia.
Además, la sobreexplotación del logotipo puede llegar a saturar al público objetivo, provocando desinterés y afectando negativamente la percepción de la marca.
¿Cómo evitar diluir el valor del logotipo?
Pues comienza por establecer lineamentos y herramientas que te ayuden a garantizar su consistencia. Asegúrate de contar con un manual de identidad visual donde se especifiquen las pautas que impidan que la implementación del logotipo quede a criterio del diseñador de turno.
Además, puedes crear árboles de decisión con criterios sobre contextos específicos.
Por otro lado, a la hora de implementar el logotipo, toma en consideración las asociaciones y transferencia de significados que se produce entre el símbolo y el soporte.
Si tienes una plataforma de marca bien definida, no tendrás problemas para saber dónde, cuándo y cómo desplegar la identidad de la marca.
Por último, dale más peso a la experiencia de marca que al propio logo. La identidad de marca va mucho más allá de sus elementos visuales.
Su verdadero poder radica en su propuesta de valor, en su tono de voz único, su personalidad y en la consistencia en cómo estos se aplican en múltiples puntos de contacto.
Al final, se trata de ver cada elemento de la marca como un activo estratégico que debe ser aplicado con enfoque y criterio.
Implementarlos con coherencia es esencial para mantener una identidad de marca sólida y evitar la» resaca post Logoparty».
